domingo, 26 de abril de 2015

"¿POR QUÉ MI MADRE NO ME QUIERE?". OTRA FORMA DE DEPENDENCIA EMOCIONAL


La necesidad del cariño de nuestros padres

Algunas personas pasan toda su vida esperando a ser queridas, bien por su madre, bien por su padre, necesitándolo hasta tal punto que les impide ser felices aunque se sientan plenamente queridos por otras personas importantes de sus vidas, como su pareja, sus hijos, sus amistades o el resto de su familia. Su vida parece marcada por un permanente proceso de duelo, en el que sufren una y otra vez la pérdida que supone esa falta de cariño de una de las personas más importantes de sus vidas. Pérdida que les puede acompañar hasta sus últimos días a la espera de un gesto cariñoso, de una señal de aprobación, de un “Te quiero”, o que ya decir de un mínimo reconocimiento en público de que por fin han hecho algo bien en su vida.

Consecuencias del rechazo afectivo

Con mayor frecuencia quienes no se sienten queridos/as suelen ser hijas, y el cariño que anhelan el de sus madres. Desde su infancia estas hijas sufren un auténtico proceso de indiferencia e incluso rechazo afectivo de sus madres, para quienes parece que nunca llegan a hacer nada bien. Las correcciones y los reproches son continuos, produciendo múltiples sentimientos de culpabilidad, inutilidad o inadecuación para la vida. Reproches que ya durante su infancia sus madres suelen compartir con el resto de familiares, amigos, vecinos, y con las mamás de sus amiguitos/as, incluso en su propia presencia, y cuya persistencia durante su juventud y su edad adulta va aumentando sus sentimientos negativos así como su baja autoestima, haciéndolos difícilmente superables, por lo que muchas de ellas siguen sufriendo por ello incluso con 40 o 50 años de edad.

La venganza como mecanismo de compensación

Algunas de estas víctimas de la falta de cariño materno intentan compensarlo rechazando a su vez a sus propias madres, e incluso llegando a odiarlas. Pueden mostrarse continuamente enfadadas, y no aceptar consejo alguno de su parte, y menos en lo concerniente al cuidado y la crianza de sus propios hijos, a quienes por otro lado pueden llegar a utilizar a su vez para castigarlas, por ejemplo restringiéndoles su acceso a ellos, especialmente si perciben que éstos pueden encariñarse de ellas, sus abuelas, lo que pueden llegar a vivir como una auténtica amenaza a su propia relación con sus hijos, o si se excusan en que han detectado cualquier incumplimiento de sus estrictas normas de crianza cuando los dejan bajo sus cuidados. Esta utilización de los propios hijos para vengarse de la falta de cariño materno suele producir el efecto deseado, haciéndoles pagar por tanto dolor sufrido, pero paradójicamente con ello no consiguen dejar de sufrir, ni llegan a sentirse felices, quizás porque en el fondo la venganza no les satisface plenamente ni les permite sentirse finalmente queridas.

El rechazo afectivo imaginario

Sin embargo, en muchos ocasiones estas reacciones de venganza afectiva se producen en casos que no ha existido tan grave falta de cariño por parte de la madre, a la que además se acusa injustificadamente de buena parte de las frustraciones e inseguridades propias, o por el contrario de unas normas educativas supuestamente excesivas que realmente no fueron tales. Esta percepción irreal de rechazo afectivo es propia de personas que necesitan culpar a los demás de sus propios problemas para no asumir su parte de responsabilidad en los mismos, o que siempre necesitan sentirse víctimas de los demás para no tener que aceptar sus propios errores.

Desarrollo de Dependencia Emocional

La consecuencia más habitual de la falta de cariño materna real, no imaginaria, consiste en el desarrollo de una forma de Dependencia Emocional hacia el cariño y la aprobación de los demás, así como del de la madre alejada afectivamente. La relación afectiva entre cada una de estas hijas con su propia madre puede resultar casi tan desequilibrada como en el caso de la dependencia emocional de la pareja, pues mientras una parte lo da todo actuando de forma sumisa con tal de conseguir la aprobación materna, ésta sigue indiferente y ajena al efecto demoledor que sus reacciones producen en la autoestima y la estabilidad emocional de su propia hija.

Funcionalmente, las conductas de búsqueda de señales de confirmación por parte de la hija en relación a que su madre “Sí que me quiere”, o simplemente “Le importo”, actúan como mecanismo que mantiene y refuerza su dependencia afectiva así como su sintomatología depresiva al no conseguir su objetivo. Igualmente se mantiene patológicamente su necesidad de que “Mi madre me explique qué le he hecho yo”, o peor aún “¿En qué le he fallado?”, de forma que cuanto más se necesita conocer estos extremos y en ausencia de explicación alguna, la tendencia a culpabilizarse es cada vez mayor.

El Apego Inseguro Evitativo materno 

Un error habitual en muchos de estos casos radica en la propia creencia disfuncional que “Para que mi madre me trate así, he debido de hacer algo mal, situándose el foco del problema en un posible error propio, en lugar de centrarlo en las posibles dificultades afectivas de esa madre alejada. En tal sentido debemos conceptualizar la existencia de tres formas de Vinculación emocional o Apego: por un lado la orientada a establecer relaciones sanas de cariño y amor, sin miedo a la intimidad, ni a ser amados o a mantener relaciones emocionales maduras confiando en los sentimientos de los demás (Apego Seguro); y por otro, las caracterizadas bien por reacciones de evitación debidas por increíble que parezca a la incomodidad que producen las relaciones afectivas (denominado Apego Inseguro Evitativo), o bien en el extremo contrario por una necesidad excesiva de demostraciones de cariño, miedo a la soledad y el abandono, dependencia emocional, celos y desconfianza (denominado Apego Inseguro Ansioso). Pues bien, generalmente la madre “alejada” emocionalmente coincide con el patrón Evitativo, cuya consecuencia en la hija falta de cariño suele ser el desarrollo de un patrón de Apego Ansioso.

Tratamiento psicológico
 
El tratamiento psicoterapéutico de elección en este tipo de casos tiene como principal objetivo superar tanto la Dependencia Emocional del cariño materno (aprender a vivir sin necesitar su cariño en exceso), como de todas aquellas otras personas que se haya ido desarrollando igualmente con los años (de la pareja, las amistades… e incluso de los propios hijos). Tomar conciencia de la propia dificultad materna para amar de una forma más adecuada, así como dejar de culpabilizarse por ello, constituyen las primeras metas a alcanzar, así como superar las creencias disfuncionales que mantienen la dependencia y la autoculpabilización. Finalmente, es necesario desarrollar otras relaciones afectivas más satisfactorias y sanas.

domingo, 19 de abril de 2015

"¿SOY HOMOSEXUAL Y NO LO SÉ?". UN CASO DE DUDA OBSESIVA


"Todo empezó hace unas semana. Me desperté a mitad de noche muy nervioso y mi cabeza estaba recordando una situación sin importancia de hace muchos años, cuando aún era un niño, y ya no he conseguido quitármela de la cabeza. Jugaba con un amigo, y nos tocábamos el uno al otro en nuestros genitales, sin otra intención que si hubieran sido empujones. Pero desde entonces me asalta una duda que intento por todos los medios resolver: "¿Me gustó?".

Necesito asegurarme que no me gustó, necesito estar seguro de mis preferencias sexuales... No lo entiendo, si hasta ahora no me lo había cuestionado en lo más mínimo... Pero, ¿Por qué he soñado con esto?

Lo que peor llevo son las imágenes que aparecen involuntariamente en mi cabeza, de hombres desnudos. Parece que mi mente me esté poniendo a prueba. No quiero ni pensarlas, pero ahí están una y otra vez, no quiero prestarles atención, pero la duda se acentúa: "¿Me gustarán los hombres?". Intento neutralizarlas utilizando otras imágenes que me confirmen que soy heterosexual haciendo un repaso de las relaciones sexuales que he mantenido en el pasado. Han sido muchas y satisfactorias, todas heterosexuales, pero no me quedo tranquilo. Y en el gimnasio que nunca me había preocupado ducharme con otros hombres, ni nunca me habían llamado la atención, ahora evito mirarles y si lo hago me siento muy nervioso, como si tuviera miedo a que me guste. Intento pensar en otras cosas, intento distraerme, pero ni aun así lo consigo. Y cada noche vuelvo a lo mismo. ¡Si es que ya comienzo a tener miedo a que se acerque la noche!".

Características clínicas

El caso relatado ejemplifica un tipo de Trastorno Obsesivo-Compulsivo caracterizado no por la duda acerca de la propia orientación sexual, sino por la duda obsesiva acerca de ser homosexual.

De forma similar se puede dudar acerca de las cuestiones más cotidianas, como ¿Qué ropa me pongo?, ¿Debería quedarme con este piso/ zona residencial, o cambiar a otra?, ¿Debería comprar otro coche y vender el que tengo?, o sobre relaciones personales como ¿Querré de verdad a mi pareja?, ¿Cómo sé que la quiero?

Las dudas pueden alcanzar el carácter de obsesivas apareciendo en forma de pensamientos o imágenes que se consideran intrusivas porque lo hacen en contra de la propia voluntad, y sin apenas control sobre ellas, y egodistónicas porque su aparición produce un enorme malestar. Casi todo el mundo ha experimentado alguna vez algún pensamiento intrusivo, especialmente en periodos de estado de ánimo bajo, pero no lo han vivido con tanto malestar. Lo cierto es que cuanto más escrupuloso y rígido se es respecto al contenido de dichos pensamientos, más probable es que se produzca un enorme malestar. En nuestro caso, un tema relacionado con la posibilidad de ser homosexual, pero igualmente en el caso de un hombre con creencias religiosas muy fuertes y muy rígidas, podría obsesionarse con la posibilidad de blasfemar contra Dios.
 
Los rituales mentales

Ante estos pensamientos obsesivos de nuestro caso, suele recurrirse a rituales mentales para reasegurarse en un comportamiento sexual deseado, como buscar ejemplos de su historia sexual previa en forma de imágenes “positivas“ que restituyan las imágenes temidas, las cuales se necesita eliminar lo más inmediatamente posible para aliviar el malestar que producen, pero que no resuelven las dudas suficientemente al necesitarse una seguridad plena, al cien por cien, en que no se es homosexual. Por lo que el malestar sigue aumentando, instaurado en un círculo vicioso entre la necesidad de control de las dudas y la ansiedad por no conseguirlo, que se retroalimentan entre sí, mientras se obvia la verdadera raíz de esta obsesión: la enorme importancia que se otorga a la posibilidad de ser homosexual. Otros comportamientos ineficaces son las conductas de evitación, como evitar mirar imágenes de hombres desnudos, aunque sólo lo estén parcialmente, o evitar situaciones en que puedan verse expuestos a dichos desnudos (como ducharse en el gimnasio). En conjunto, todos estos comportamientos ineficaces de neutralización son precisamente los que mantienen y dificultan superar los pensamientos obsesivos.

Vulnerabilidad psicológica

Cómo en el ejemplo relatado, el desencadenante de estas obsesiones puede constituirlo cualquier situación vivida, incluso las que creíamos sin importancia de hace años, especialmente en las personas más vulnerables por sus dificultades para tomar decisiones y resolver problemas (los indecisos), quienes suelen tener creencias erróneas acerca de que las personas debemos tener un control total sobre los pensamientos, y que sólo podemos pensar aquello que deseamos, así como poseen un sistema moral rígido y un alto perfeccionismo.

Tratamiento psicológico
 
La clave para superar este tipo de Trastornos radica en conseguir la Habituación a la obsesión hasta que deje de producir malestar, para lo cual las técnicas de elección más habituales son la Autoexposición a los pensamientos junto con la Prevención de las Respuestas ritualizadoras.

lunes, 13 de abril de 2015

ELLA SIEMPRE DICE "SI". UNA FORMA DE DEPENDENCIA EMOCIONAL

¿Por qué sigo manteniendo una relación con una persona casada si me hace sufrir tanto?
 
Esta es la pregunta que suele hacerse a menudo la persona que mantiene una relación sentimental con un hombre casado o una mujer casada, una pregunta propia de quien más suele sufrir en estas relaciones. Por otro lado, la persona casada habitualmente suele sufrir mucho menos, y la tercera persona suele estar generalmente ajena a lo que está ocurriendo.
 
Aunque habitualmente estas relaciones afectivas con personas casadas pueden darse también en hombres, suelen ser más las mujeres quienes las sufren.
 
Características de las relaciones sentimentales con una persona casada
 
Estas relaciones soltera-casado suelen estar caracterizadas por la existencia de un claro desequilibrio entre ambas partes, a pesar de lo cual, y en ocasiones precisamente debido a ello, siguen manteniéndose incluso durante mucho más tiempo que otros tipos de relaciones que pueden considerarse más equilibradas.

En primer lugar, el desequilibrio ocurre en cuanto a la disponibilidad para mantener el contacto. Por un lado, la persona soltera generalmente no tiene tanta necesidad de ocultar la relación o mentir para salvaguardarla, de modo que su disponibilidad de tiempo e incluso de espacio suele ser mucho mayor. Y por otro, el deseo de pasar hasta el último minuto posible con la persona amada lleva a priorizarle por delante de cualquier otra persona de su vida, incluidos a veces los hijos, y por supuesto por delante de cualquier otra actividad incluso el trabajo. En cambio, para la persona casada la disponibilidad es reducida debido a sus propias responsabilidades familiares y a su deseo de ocultar la relación extramarital, en muchas ocasiones al pretender mantener las dos relaciones simultáneamente, y mientras tanto no decida romper su matrimonio para ofrecer una solución de continuidad futura a la nueva relación, si bien este es un factor fundamental que puede utilizar para ejercer su dominio en la relación y para mantener la situación de dependencia de su pareja soltera.
 
El desequilibrio también se produce en cuanto a la normal reciprocidad propia de cualquier relación de pareja, en la que el intercambio de conductas para agradar al otro suele estar a la par y suele ser recíproco. Generalmente hay una persona que suele dar mucho más en este tipo de relaciones, precisamente la persona soltera que suele ser quien más sufre, quien a su vez puede percibir que la tercera persona que espera en casa a su pareja se lleva “la mejor parte”, a saber: disfruta de la convivencia en el día a día e incluso del despertar juntos cada mañana, cuenta con su apoyo en cualquier momento y sobre todo cuando más falta le hace, e incluso mantiene cierta seguridad económica.
 
Funcionalidad de este tipo de relaciones

Curiosamente, la persona soltera que está sufriendo más en la relación es difícil que valore en su totalidad los aspectos negativos que también podría llegar a sufrir si en lugar de desempeñar el actual papel de amante, estuviera ejerciendo el de esposa. Y no tanto por los aspectos relacionados con la propia infidelidad, sino por los que tienen que ver precisamente con lo que añora: la convivencia y la estabilidad afectiva. Por ejemplo, los conflictos cotidianos, la rutina o los problemas con los hijos. Ello se debe a que precisamente la falta tanto de convivencia como de normalización de la relación para que deje de permanecer oculta, funcionalmente también protegen de los aspectos más negativos que suelen aparecer con el paso del tiempo en la relación, lo que a la vez propicia un estado de enamoramiento de mayor continuidad al vivirse en una continua luna de miel, que a su vez lleva a rechazar cualquier aspecto negativo en la persona amada, a quien por otro lado se cree sin el menor asomo de duda cuando culpabiliza a su propia mujer de sus propios problemas matrimoniales.

Paradójicamente, la persona más necesitada de cariño, la más enamorada de los dos, es la que tiene que conformarse con las “migajas” de amor que recibe, y con ser la otra o la amante. Por otro lado, la disponibilidad casi absoluta para obtener esas “migajas” de amor conlleva que siempre diga “Si” ante las escasas oportunidades que su amante le plantee para mantener un encuentro, reforzando la dependencia que se está desarrollando de este exiguo amor, a la vez que se niega a sí misma la oportunidad de comenzar otras relaciones más fructíferas o de mayor futuro. Y si por casualidad en alguna ocasión se ha decidido a darse dicha oportunidad y tampoco ha conseguido la estabilidad sentimental buscada, aún reforzará más su dependencia.

Rasgos de personalidad característicos
 
Efectivamente estas personas suelen caracterizarse por unos rasgos dependientes de personalidad, con una gran necesidad de ser queridas y un intenso miedo a perder el amor de la persona a la que idealizan, que les lleva a esperar incluso durante años que su pareja acabe por elegirlas frente a su otra relación, caracterizándose por cierta actitud sumisa y desarrollando una verdadera adicción así como síntomas similares al síndrome de abstinencia ante cualquier ruptura.
 
Por el contrario, el otro miembro de la pareja, generalmente el hombre casado, suele tener unas motivaciones diferentes. En muchos casos, en lugar de añorar el amor suele pretender otro tipo de satisfacciones más inmediatas, como sentir que aún mantiene su atractivo, vivir un nuevo idilio que aporte vidilla a su vida rutinaria, o la mera satisfacción sexual, por lo que puede mantener ambas relaciones a la vez, la matrimonial y la extramarital, sin sentir excesiva culpabilidad, e incluso dejar claro desde el principio que no se va a divorciar nunca. Su disponibilidad suele ser escasa, así como está relacionada con su necesidad de gratificación inmediata, lo que además se convierte en una forma de ostentar su poder: “Quedo cuando a mí me viene bien”. Y su afectación por la falta de una mayor continuidad en la relación es prácticamente inexistente, aunque puede desear que no acabe tal y como la viene manteniendo, desequilibrada hacia su favor. Por todo ello, muchas de estas personas suelen caracterizarse por unos rasgos narcisistas de personalidad con cierto egoísmo e incapacidad de entender el sufrimiento de sus parejas (escasa Empatía), y pueden llegar a mostrarse desconfiadas en cuanto a ser objeto a su vez de una posible infidelidad por parte de su “amante”, e incluso a ejercer cierto control en relación a con quien sale o con quien se relaciona, en un intento de mantener su dominio sobre él/ella y no perder el objeto de su gratificación.

domingo, 29 de marzo de 2015

¡NO SEAS IMPULSIVO!


Las personas con una adecuada capacidad de Autocontrol son capaces de inhibir sus impulsos y controlar sus deseos y urgencias personales, lo que pueden hacer de varias maneras: mostrándose organizadas, disciplinadas, y perfeccionistas, con escasa tolerancia al desorden; o cumplidoras en sus deberes y respecto a las normas, y perseverantes; o realistas, prácticas y más orientadas a los datos observables que a la fantasía; o tomándose la vida más seriamente, mostrándose poco dadas a la diversión y escasamente espontáneas.
La necesidad de gratificación inmediata

Frente a las personas impulsivas, las personas que se autocontrolan son capaces de demorar voluntariamente en el tiempo la obtención de gratificaciones inmediatas. Mientras que la impulsividad conlleva la necesidad de conseguir lo que se desea lo antes posible, por ejemplo en el caso de un adolescente que no puede resistir la tentación de ponerse a ver la televisión o jugar a la videoconsola a pesar de tener un examen próximo que aún no tiene preparado: no puede evitar optar por la gratificación inmediata de ver su programa favorito en la televisión, aunque le reste un tiempo valioso que le lleve inevitablemente a suspender el examen dentro de unos días.

La evidencia experimental

La capacidad de Autocontrol es uno de los rasgos de personalidad que mejor predice el éxito en los estudios, y en el trabajo, así como la satisfacción con la propia vida, por encima incluso del nivel intelectual.

Así se puso de manifiesto en los años 60 en un ingenioso estudio de Walter Mischel, investigador de la Universidad de Stanford, realizado con niños de 4 años de edad, denominado el “Test de la Golosina”, que evidenció que a esta edad tan temprana ya existen claras diferencias entre unos niños y otros en relación a su capacidad para contener el impulso de comerse una golosina que tienen a su alcance cuando se quedan sin la supervisión de un adulto. El investigador ofreció a cada niño dos golosinas en lugar de una, si era capaz de contener su deseo de comérsela mientras se quedaba solo. La mayoría de los niños fueron capaces de demorar la gratificación de comerse la golosina, utilizando estrategias de distracción tales como cantar o jugar, o simplemente darle la espalda a la golosina, para no verla. Mientras que los niños más impulsivos se abalanzaron sobre la golosina en cuanto se quedaron solos. Lo interesante del estudio radica en el seguimiento realizado doce años después, encontrándose que los niños capaces de controlarse a una edad temprana, continuaban haciéndolo años después, y habían desarrollado una mayor resistencia a las frustraciones, eran más equilibrados, sociables, decididos, constantes y emprendedores, y mostraban una menor tendencia a desmoralizarse.
 
Desarrollo evolutivo

Evolutivamente, la capacidad para resistir los impulsos posponiendo las gratificaciones mediante un autocontrol que tiene como objetivo lograr otras metas más satisfactorias a largo plazo, comienza a desarrollarse a temprana edad y se consolida en la adolescencia y en la edad adulta.

Estrategias para aumentar el Autocontrol

Para aumentar el Autocontrol es importante diferenciar las gratificaciones orientadas principalmente al logro de metas a largo plazo, de aquellas exclusivamente dirigidas a alcanzar metas inmediatas que dificultan la consecución de las primeras. Estas últimas son consideradas gratificaciones negativas.
Algunos ejemplos de gratificaciones negativas son: a) comerse un buen trozo de chocolate para “calmar” la ansiedad en contra del objetivo de mantener una dieta equilibrada; b) no soportar la espera hasta que nuestro hijo de 20 años nos telefonee para informarnos que ha llegado bien al destino de su viaje, y anticiparse a su llamada de forma desesperada telefoneándole en cuanto se calcula que acaba de aterrizar su avión, frente al propósito de aprender a vencer mis miedos a que le haya pasado algo malo; o c) no soportar mucho tiempo sin comunicarse con una amiga que se ha enfadado injustificadamente, y acabar telefoneándole y cediendo una vez más, cuando el objetivo era hacerse respetar de una vez por todas.

Por lo que identificar la posible inadecuación de las gratificaciones para lograr metas de mayor relevancia a largo plazo es una de las principales estrategias para aumentar el Autocontrol en las que los Psicólogos Clínicos pueden ayudarnos.
Otra estrategia consiste en contar con un repertorio de posibles gratificaciones inmediatas ante situaciones de “urgencia” que no interfieran en mis metas, como alternativa a las gratificaciones negativas. Ejemplos de gratificaciones positivas, serían: a) buscar alternativas más positivas al consumo excesivo de chocolate para calmar la ansiedad y que no obstaculicen la dieta, como realizar un deporte que resulte gratificador, o desahogarse por teléfono con una amistad; b) y c) o planear una actividad gratificante y que permita mantenerse ocupado, como irse al cine a ver una buena película para soportar mejor la espera hasta tener noticias del hijo que está de viaje, o la espera hasta que la amiga “castigadora” se dé cuenta que esta vez no va a conseguir manipularnos injustificadamente con su silencio y acepte que tiene que respetarnos.

Y otras estrategias son la distracción, la utilización del apoyo social para ayudarse a demorar la gratificación, o la visualización de los aspectos negativos de una gratificación inadecuada. 
Es decir, no debemos obviar que la capacidad de Autocontrol de los impulsos es fruto del aprendizaje. Incluso con respecto a nuestros propios hijos, a los que podemos ayudar a entrenarla, por ejemplo si no les damos todo lo que piden inmediatamente, si les enseñamos a comer de forma variada y no sólo unas pocas comidas que son las únicas que dicen que les gustan, si les enseñamos a cumplir primero con sus obligaciones (por ejemplo, deberes y estudio) antes de dedicarse a las actividades que más les gustan, o si les animamos a hacer frente a sus temores injustificados en lugar de evitarles pasarlo mal.

 

domingo, 22 de marzo de 2015

"¡SOCORRO! TENGO ANSIEDAD"

 
¿Qué es la Ansiedad?
 
La Ansiedad es un mecanismo de alarma que se activa ante cualquier percepción de “amenaza” o “peligro” real o imaginario, cuyo objetivo originariamente en nuestra especie ha sido lograr nuestra supervivencia (como en el caso de peligros que pueden resultar mortales), pero también puede activarse ante situaciones en que simplemente vemos peligrar nuestro ego, como en las que tememos hacer el ridículo o que piensen mal de nosotros. Por lo que aun tratándose de un mecanismo innato que se activa automáticamente, también puede hacerlo en las situaciones más absurdas fruto de nuestras propias experiencias previas y nuestros aprendizajes, como es el caso del temor a la falta de orden o de simetría en algunos objetos, el miedo a ser abandonados afectivamente, el temor a no hacer las cosas perfectas, etc. La mejor manera de conceptualizar la Ansiedad es asemejarla al miedo, la preocupación o la obsesión.
 
La Ansiedad positiva y la Ansiedad negativa
 
Efectivamente existe un tipo de Ansiedad que puede considerarse positiva, en la medida en que es facilitadora y ayuda a afrontar peligros reales activándonos física y mentalmente (por ejemplo, nos ayuda a esquivar un vehículo que viene hacia nosotros y no parece que vaya a detenerse mientras cruzamos un paso de peatones, o nos ayuda a pensar más deprisa para responder el máximo número de preguntas de un examen importante).

Y existe otro tipo de Ansiedad negativa, que aparece en forma de miedo o preocupación excesiva en situaciones en que no existe una amenaza o peligro real, como es el caso de subir en ascensor, hablar en público, o notar somatizaciones en nuestro propio cuerpo tales como palpitaciones o sensación de mareo. Esta ansiedad negativa en la medida que nos produzca un malestar o limitación clínicamente significativos, requerirá un esfuerzo para superarla en ocasiones incluso con ayuda psicoterapéutica, psicofarmacológica o con ambas.
 
El sistema nervioso simpático y parasimpático
 
El sistema nervioso que activa nuestro mecanismo de Ansiedad es el Sistema Nervioso Autónomo y más concretamente el Sistema Nervioso Simpático que nos prepara para la acción. Su antagonista se denomina Sistema Nervioso Parasimpático, y es el responsable de la relajación o disminución del nivel de estrés. Ambos sistemas se activan prácticamente a la vez ante la percepción de amenaza o peligro predominando la activación nerviosa, hasta que ésta comienza a disminuir imponiéndose el S.N. Parasimpático.
 
Muchas personas desconocen este funcionamiento de nuestro propio sistema nervioso por el cual la Ansiedad excesiva acaba siempre por controlarse, por lo que erróneamente llegan a necesitar controlar la Ansiedad de inmediato, o en caso contrario creen que continuará aumentando o se mantendrá a un nivel tan alto que les llevará a sufrir algún fallo de gravedad en su organismo, por ejemplo un infarto, temor que por otro lado aumenta más aún su Ansiedad, instaurándose en un círculo vicioso del que les cuesta mucho salir. Así suele ocurrir con los Ataques de Pánico o Crisis de Ansiedad, en los que el miedo se dirige a la falta de control de la propia Ansiedad y de su sintomatología asociada.
 
Los tres "ingredientes" de un trastorno de ansiedad
 
El componente más visible de la Ansiedad son los Síntomas físicos o psicológicos, principalmente las palpitaciones, la opresión en el pecho, la dificultad para respirar, la sensación de mareo y el malestar en el estómago. Constituyen las señales más claras de que estamos ansiosos.
 
Pero existen otros dos componentes que suelen pasar desapercibidos, y cuya importancia en la clínica de la Ansiedad es fundamental. Por una parte los Pensamientos e Imágenes, que suelen tener características catastróficas acerca de la posibilidad en la ocurrencia de algo malo o de no poder soportar la situación temida, que pueden aparecer de forma automática y que están directamente relacionados en muchas ocasiones con la activación de la ansiedad al percibirse una amenaza o peligro.
 
Por otro lado, las Conductas o formas de reaccionar ante la situación que nos produce Ansiedad, de gran relevancia cuando se trata de conductas de huida de la situación temida (por ejemplo marcharse a casa, o marcharse del lugar donde lo estoy pasando mal), conductas de evitación (por ejemplo no volver a ese lugar donde lo he pasado mal), o conductas de seguridad (por ejemplo acudir acompañado, o llevar las pastillas en el bolsillo continuamente como medida de protección).
 
¿Qué hace que se mantengan los problemas de Ansiedad?
 
Son precisamente este tipo de conductas mencionadas, cuya funcionalidad no es otra que la de aliviar el miedo lo más inmediatamente posible, las que también impiden superarlo cuando se trata de situaciones en las que no existe amenaza o peligro suficientes, ya que dichas conductas de evitación, huida o seguridad tienen una segunda funcionalidad, en este caso a medio y largo plazo, al impedir que nuestra mente logre la habituación esperable a estas situaciones hasta controlar el nivel de ansiedad, por lo que nuestro cerebro sigue valorándolas como peligrosas, y sigue activando el mecanismo de alarma una y otra vez, incluso tan solo con pensar en ello.
 
En ocasiones, consideramos que no tiene importancia tenerle miedo a algo o padecer una única Fobia. Lo que solemos desconocer es que a partir incluso de un único miedo se puede llegar a generalizar dicho miedo a otras situaciones parecidas o a futuros miedos sin relación alguna, es decir desarrollamos cierta vulnerabilidad a nuevos problemas de Ansiedad.
 
web: http://www.peritopsicologo.es/

domingo, 8 de febrero de 2015

LA DEPENDENCIA EMOCIONAL


Se trata de un constructo psicológico que se manifiesta principalmente en las relaciones de pareja. Estas relaciones se caracterizan por ser inestables, destructivas y marcadas por un fuerte desequilibrio, donde el dependiente se somete, idealiza y magnifica al otro. Pese al malestar y al sufrimiento que la relación les causa se sienten incapaces de dejarla. Tienen intenso miedo a la soledad y pánico a la ruptura, por lo que cuando esta se produce conduce a la vivencia de un auténtico síndrome de abstinencia: intensos deseos de retomar la relación pese a lo dolorosa que esta haya sido, pensamientos obsesivos, y síntomas de ansiedad y depresión, los cuales desaparecen de forma inmediata en caso de reanudarse la relación o comenzar una nueva que sustituya la anterior.
 
Características clínicas
 

Los dependientes emocionales tienen una excesiva necesidad de afecto y de ser queridos y tratarán de conseguir este afecto a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. Muestran una clara resistencia a perder la fuente de seguridad y afecto que constituye su pareja, por lo que presentan una auténtica adicción. Son frecuentes las distorsiones mentales como el autoengaño y la negación de información que les proporciona su entorno. Muestran una continua necesidad de saber que son amados por su pareja. Lo que subyace a su "Te quiero" es en realidad un "Te necesito". Poco a poco estas relaciones tan destructivas se van fortaleciendo, de modo que al sujeto le resulta cada vez más difícil salir de ellas. Acaban autoanulándose con el fin de agradar a su pareja. En general suelen necesitar agradar a cualquier persona que conozcan incluso desconocidos, sintiéndose muy afectados por las críticas o el rechazo de los demás. Suelen mostrarse sumisos y poco asertivos. Presentan una baja autoestima y frecuentes sentimientos de decaimiento.
 
Fases de la Dependencia Emocional
 
Las diferentes fases en sus relaciones transcurren desde la ilusión y entusiasmo desmedido del inicio de la relación, a la sumisión con tal de evitar la ruptura, y el posterior deterioro de la relación debido al desequilibrio entre ambos miembros de la pareja, llegando en ocasiones a la ruptura (generalmente a iniciativa de su pareja), iniciándose de nuevo estas fases en cuanto encuentran una nueva persona que se adapte al perfil que necesitan (y mientras tanto mantienen una o varias relaciones intrascendentes que les sirven para evitar la soledad). 
 
Perfil habitual de la pareja de los dependientes emocionales
 
El perfil de la persona a la que se vinculan afectivamente los dependientes emocionales es una persona que se sobrevalora a sí misma y con cierto encanto personal, que se muestra fría, distante y con escaso interés hacia su pareja, hacia la que adopta una posición de superioridad, en parte en base al miedo de ésta a la ruptura que no duda en utilizar en su propio beneficio. En definitiva, suelen ser personas narcisistas.
 
Incidencia y prevalencia
 
Algunos estudios establecen su incidencia entre la población en el 10%, mostrando más prevalencia entre el sexo femenino.
 
Características diferenciadoras entre normalidad y patología
 
Sin embargo, la dependencia emocional no siempre es patológica, en ocasiones puede adquirir una dimensión normal, saludable e incluso necesaria en la vida en pareja. Tampoco tiene porqué ocurrir sistemáticamente en todas las relaciones de pareja, sino que en algunas personas se da en el contexto de una única pareja en concreto, y no con el resto de las parejas a lo largo de su vida. Otros dependientes emocionales necesitan a su lado personas con problemas, a las que necesitan ayudar, asumiendo sus problemas como suyos y responsabilizándose de su resolución, anteponiendo los cuidados del otro a sus propias necesidades, y pasando a desempeñar el rol de salvadores de su pareja.
 
Tratamiento psicológico
 
Clínicamente, la dependencia emocional puede constituir un grave problema emocional, que requiere de la necesaria atención psicológica. Los dependientes emocionales deben aprender a superar el síndrome de abstinencia y su miedo a estar solos y a la ruptura de sus relaciones de pareja, deben aprender a aumentar su autoestima y a dejar de supeditarla a su excesiva necesidad de sentirse queridos, y no solo en el ámbito de la pareja.
 
El análisis psicológico en profundidad del funcionamiento de su adicción al amor permitirá establecer la psicoterapia de elección a seguir para cada caso concreto, aunque existen unas síntomas comunes a la mayoría de dependientes emocionales cuyo tratamiento psicológico ya se ha visto consolidado en base a su alta eficacia terapéutica.