domingo, 26 de abril de 2015

"¿POR QUÉ MI MADRE NO ME QUIERE?". OTRA FORMA DE DEPENDENCIA EMOCIONAL


La necesidad del cariño de nuestros padres

Algunas personas pasan toda su vida esperando a ser queridas, bien por su madre, bien por su padre, necesitándolo hasta tal punto que les impide ser felices aunque se sientan plenamente queridos por otras personas importantes de sus vidas, como su pareja, sus hijos, sus amistades o el resto de su familia. Su vida parece marcada por un permanente proceso de duelo, en el que sufren una y otra vez la pérdida que supone esa falta de cariño de una de las personas más importantes de sus vidas. Pérdida que les puede acompañar hasta sus últimos días a la espera de un gesto cariñoso, de una señal de aprobación, de un “Te quiero”, o que ya decir de un mínimo reconocimiento en público de que por fin han hecho algo bien en su vida.

Consecuencias del rechazo afectivo

Con mayor frecuencia quienes no se sienten queridos/as suelen ser hijas, y el cariño que anhelan el de sus madres. Desde su infancia estas hijas sufren un auténtico proceso de indiferencia e incluso rechazo afectivo de sus madres, para quienes parece que nunca llegan a hacer nada bien. Las correcciones y los reproches son continuos, produciendo múltiples sentimientos de culpabilidad, inutilidad o inadecuación para la vida. Reproches que ya durante su infancia sus madres suelen compartir con el resto de familiares, amigos, vecinos, y con las mamás de sus amiguitos/as, incluso en su propia presencia, y cuya persistencia durante su juventud y su edad adulta va aumentando sus sentimientos negativos así como su baja autoestima, haciéndolos difícilmente superables, por lo que muchas de ellas siguen sufriendo por ello incluso con 40 o 50 años de edad.

La venganza como mecanismo de compensación

Algunas de estas víctimas de la falta de cariño materno intentan compensarlo rechazando a su vez a sus propias madres, e incluso llegando a odiarlas. Pueden mostrarse continuamente enfadadas, y no aceptar consejo alguno de su parte, y menos en lo concerniente al cuidado y la crianza de sus propios hijos, a quienes por otro lado pueden llegar a utilizar a su vez para castigarlas, por ejemplo restringiéndoles su acceso a ellos, especialmente si perciben que éstos pueden encariñarse de ellas, sus abuelas, lo que pueden llegar a vivir como una auténtica amenaza a su propia relación con sus hijos, o si se excusan en que han detectado cualquier incumplimiento de sus estrictas normas de crianza cuando los dejan bajo sus cuidados. Esta utilización de los propios hijos para vengarse de la falta de cariño materno suele producir el efecto deseado, haciéndoles pagar por tanto dolor sufrido, pero paradójicamente con ello no consiguen dejar de sufrir, ni llegan a sentirse felices, quizás porque en el fondo la venganza no les satisface plenamente ni les permite sentirse finalmente queridas.

El rechazo afectivo imaginario

Sin embargo, en muchos ocasiones estas reacciones de venganza afectiva se producen en casos que no ha existido tan grave falta de cariño por parte de la madre, a la que además se acusa injustificadamente de buena parte de las frustraciones e inseguridades propias, o por el contrario de unas normas educativas supuestamente excesivas que realmente no fueron tales. Esta percepción irreal de rechazo afectivo es propia de personas que necesitan culpar a los demás de sus propios problemas para no asumir su parte de responsabilidad en los mismos, o que siempre necesitan sentirse víctimas de los demás para no tener que aceptar sus propios errores.

Desarrollo de Dependencia Emocional

La consecuencia más habitual de la falta de cariño materna real, no imaginaria, consiste en el desarrollo de una forma de Dependencia Emocional hacia el cariño y la aprobación de los demás, así como del de la madre alejada afectivamente. La relación afectiva entre cada una de estas hijas con su propia madre puede resultar casi tan desequilibrada como en el caso de la dependencia emocional de la pareja, pues mientras una parte lo da todo actuando de forma sumisa con tal de conseguir la aprobación materna, ésta sigue indiferente y ajena al efecto demoledor que sus reacciones producen en la autoestima y la estabilidad emocional de su propia hija.

Funcionalmente, las conductas de búsqueda de señales de confirmación por parte de la hija en relación a que su madre “Sí que me quiere”, o simplemente “Le importo”, actúan como mecanismo que mantiene y refuerza su dependencia afectiva así como su sintomatología depresiva al no conseguir su objetivo. Igualmente se mantiene patológicamente su necesidad de que “Mi madre me explique qué le he hecho yo”, o peor aún “¿En qué le he fallado?”, de forma que cuanto más se necesita conocer estos extremos y en ausencia de explicación alguna, la tendencia a culpabilizarse es cada vez mayor.

El Apego Inseguro Evitativo materno 

Un error habitual en muchos de estos casos radica en la propia creencia disfuncional que “Para que mi madre me trate así, he debido de hacer algo mal, situándose el foco del problema en un posible error propio, en lugar de centrarlo en las posibles dificultades afectivas de esa madre alejada. En tal sentido debemos conceptualizar la existencia de tres formas de Vinculación emocional o Apego: por un lado la orientada a establecer relaciones sanas de cariño y amor, sin miedo a la intimidad, ni a ser amados o a mantener relaciones emocionales maduras confiando en los sentimientos de los demás (Apego Seguro); y por otro, las caracterizadas bien por reacciones de evitación debidas por increíble que parezca a la incomodidad que producen las relaciones afectivas (denominado Apego Inseguro Evitativo), o bien en el extremo contrario por una necesidad excesiva de demostraciones de cariño, miedo a la soledad y el abandono, dependencia emocional, celos y desconfianza (denominado Apego Inseguro Ansioso). Pues bien, generalmente la madre “alejada” emocionalmente coincide con el patrón Evitativo, cuya consecuencia en la hija falta de cariño suele ser el desarrollo de un patrón de Apego Ansioso.

Tratamiento psicológico
 
El tratamiento psicoterapéutico de elección en este tipo de casos tiene como principal objetivo superar tanto la Dependencia Emocional del cariño materno (aprender a vivir sin necesitar su cariño en exceso), como de todas aquellas otras personas que se haya ido desarrollando igualmente con los años (de la pareja, las amistades… e incluso de los propios hijos). Tomar conciencia de la propia dificultad materna para amar de una forma más adecuada, así como dejar de culpabilizarse por ello, constituyen las primeras metas a alcanzar, así como superar las creencias disfuncionales que mantienen la dependencia y la autoculpabilización. Finalmente, es necesario desarrollar otras relaciones afectivas más satisfactorias y sanas.

domingo, 19 de abril de 2015

"¿SOY HOMOSEXUAL Y NO LO SÉ?". UN CASO DE DUDA OBSESIVA


"Todo empezó hace unas semana. Me desperté a mitad de noche muy nervioso y mi cabeza estaba recordando una situación sin importancia de hace muchos años, cuando aún era un niño, y ya no he conseguido quitármela de la cabeza. Jugaba con un amigo, y nos tocábamos el uno al otro en nuestros genitales, sin otra intención que si hubieran sido empujones. Pero desde entonces me asalta una duda que intento por todos los medios resolver: "¿Me gustó?".

Necesito asegurarme que no me gustó, necesito estar seguro de mis preferencias sexuales... No lo entiendo, si hasta ahora no me lo había cuestionado en lo más mínimo... Pero, ¿Por qué he soñado con esto?

Lo que peor llevo son las imágenes que aparecen involuntariamente en mi cabeza, de hombres desnudos. Parece que mi mente me esté poniendo a prueba. No quiero ni pensarlas, pero ahí están una y otra vez, no quiero prestarles atención, pero la duda se acentúa: "¿Me gustarán los hombres?". Intento neutralizarlas utilizando otras imágenes que me confirmen que soy heterosexual haciendo un repaso de las relaciones sexuales que he mantenido en el pasado. Han sido muchas y satisfactorias, todas heterosexuales, pero no me quedo tranquilo. Y en el gimnasio que nunca me había preocupado ducharme con otros hombres, ni nunca me habían llamado la atención, ahora evito mirarles y si lo hago me siento muy nervioso, como si tuviera miedo a que me guste. Intento pensar en otras cosas, intento distraerme, pero ni aun así lo consigo. Y cada noche vuelvo a lo mismo. ¡Si es que ya comienzo a tener miedo a que se acerque la noche!".

Características clínicas

El caso relatado ejemplifica un tipo de Trastorno Obsesivo-Compulsivo caracterizado no por la duda acerca de la propia orientación sexual, sino por la duda obsesiva acerca de ser homosexual.

De forma similar se puede dudar acerca de las cuestiones más cotidianas, como ¿Qué ropa me pongo?, ¿Debería quedarme con este piso/ zona residencial, o cambiar a otra?, ¿Debería comprar otro coche y vender el que tengo?, o sobre relaciones personales como ¿Querré de verdad a mi pareja?, ¿Cómo sé que la quiero?

Las dudas pueden alcanzar el carácter de obsesivas apareciendo en forma de pensamientos o imágenes que se consideran intrusivas porque lo hacen en contra de la propia voluntad, y sin apenas control sobre ellas, y egodistónicas porque su aparición produce un enorme malestar. Casi todo el mundo ha experimentado alguna vez algún pensamiento intrusivo, especialmente en periodos de estado de ánimo bajo, pero no lo han vivido con tanto malestar. Lo cierto es que cuanto más escrupuloso y rígido se es respecto al contenido de dichos pensamientos, más probable es que se produzca un enorme malestar. En nuestro caso, un tema relacionado con la posibilidad de ser homosexual, pero igualmente en el caso de un hombre con creencias religiosas muy fuertes y muy rígidas, podría obsesionarse con la posibilidad de blasfemar contra Dios.
 
Los rituales mentales

Ante estos pensamientos obsesivos de nuestro caso, suele recurrirse a rituales mentales para reasegurarse en un comportamiento sexual deseado, como buscar ejemplos de su historia sexual previa en forma de imágenes “positivas“ que restituyan las imágenes temidas, las cuales se necesita eliminar lo más inmediatamente posible para aliviar el malestar que producen, pero que no resuelven las dudas suficientemente al necesitarse una seguridad plena, al cien por cien, en que no se es homosexual. Por lo que el malestar sigue aumentando, instaurado en un círculo vicioso entre la necesidad de control de las dudas y la ansiedad por no conseguirlo, que se retroalimentan entre sí, mientras se obvia la verdadera raíz de esta obsesión: la enorme importancia que se otorga a la posibilidad de ser homosexual. Otros comportamientos ineficaces son las conductas de evitación, como evitar mirar imágenes de hombres desnudos, aunque sólo lo estén parcialmente, o evitar situaciones en que puedan verse expuestos a dichos desnudos (como ducharse en el gimnasio). En conjunto, todos estos comportamientos ineficaces de neutralización son precisamente los que mantienen y dificultan superar los pensamientos obsesivos.

Vulnerabilidad psicológica

Cómo en el ejemplo relatado, el desencadenante de estas obsesiones puede constituirlo cualquier situación vivida, incluso las que creíamos sin importancia de hace años, especialmente en las personas más vulnerables por sus dificultades para tomar decisiones y resolver problemas (los indecisos), quienes suelen tener creencias erróneas acerca de que las personas debemos tener un control total sobre los pensamientos, y que sólo podemos pensar aquello que deseamos, así como poseen un sistema moral rígido y un alto perfeccionismo.

Tratamiento psicológico
 
La clave para superar este tipo de Trastornos radica en conseguir la Habituación a la obsesión hasta que deje de producir malestar, para lo cual las técnicas de elección más habituales son la Autoexposición a los pensamientos junto con la Prevención de las Respuestas ritualizadoras.

lunes, 13 de abril de 2015

ELLA SIEMPRE DICE "SI". UNA FORMA DE DEPENDENCIA EMOCIONAL

¿Por qué sigo manteniendo una relación con una persona casada si me hace sufrir tanto?
 
Esta es la pregunta que suele hacerse a menudo la persona que mantiene una relación sentimental con un hombre casado o una mujer casada, una pregunta propia de quien más suele sufrir en estas relaciones. Por otro lado, la persona casada habitualmente suele sufrir mucho menos, y la tercera persona suele estar generalmente ajena a lo que está ocurriendo.
 
Aunque habitualmente estas relaciones afectivas con personas casadas pueden darse también en hombres, suelen ser más las mujeres quienes las sufren.
 
Características de las relaciones sentimentales con una persona casada
 
Estas relaciones soltera-casado suelen estar caracterizadas por la existencia de un claro desequilibrio entre ambas partes, a pesar de lo cual, y en ocasiones precisamente debido a ello, siguen manteniéndose incluso durante mucho más tiempo que otros tipos de relaciones que pueden considerarse más equilibradas.

En primer lugar, el desequilibrio ocurre en cuanto a la disponibilidad para mantener el contacto. Por un lado, la persona soltera generalmente no tiene tanta necesidad de ocultar la relación o mentir para salvaguardarla, de modo que su disponibilidad de tiempo e incluso de espacio suele ser mucho mayor. Y por otro, el deseo de pasar hasta el último minuto posible con la persona amada lleva a priorizarle por delante de cualquier otra persona de su vida, incluidos a veces los hijos, y por supuesto por delante de cualquier otra actividad incluso el trabajo. En cambio, para la persona casada la disponibilidad es reducida debido a sus propias responsabilidades familiares y a su deseo de ocultar la relación extramarital, en muchas ocasiones al pretender mantener las dos relaciones simultáneamente, y mientras tanto no decida romper su matrimonio para ofrecer una solución de continuidad futura a la nueva relación, si bien este es un factor fundamental que puede utilizar para ejercer su dominio en la relación y para mantener la situación de dependencia de su pareja soltera.
 
El desequilibrio también se produce en cuanto a la normal reciprocidad propia de cualquier relación de pareja, en la que el intercambio de conductas para agradar al otro suele estar a la par y suele ser recíproco. Generalmente hay una persona que suele dar mucho más en este tipo de relaciones, precisamente la persona soltera que suele ser quien más sufre, quien a su vez puede percibir que la tercera persona que espera en casa a su pareja se lleva “la mejor parte”, a saber: disfruta de la convivencia en el día a día e incluso del despertar juntos cada mañana, cuenta con su apoyo en cualquier momento y sobre todo cuando más falta le hace, e incluso mantiene cierta seguridad económica.
 
Funcionalidad de este tipo de relaciones

Curiosamente, la persona soltera que está sufriendo más en la relación es difícil que valore en su totalidad los aspectos negativos que también podría llegar a sufrir si en lugar de desempeñar el actual papel de amante, estuviera ejerciendo el de esposa. Y no tanto por los aspectos relacionados con la propia infidelidad, sino por los que tienen que ver precisamente con lo que añora: la convivencia y la estabilidad afectiva. Por ejemplo, los conflictos cotidianos, la rutina o los problemas con los hijos. Ello se debe a que precisamente la falta tanto de convivencia como de normalización de la relación para que deje de permanecer oculta, funcionalmente también protegen de los aspectos más negativos que suelen aparecer con el paso del tiempo en la relación, lo que a la vez propicia un estado de enamoramiento de mayor continuidad al vivirse en una continua luna de miel, que a su vez lleva a rechazar cualquier aspecto negativo en la persona amada, a quien por otro lado se cree sin el menor asomo de duda cuando culpabiliza a su propia mujer de sus propios problemas matrimoniales.

Paradójicamente, la persona más necesitada de cariño, la más enamorada de los dos, es la que tiene que conformarse con las “migajas” de amor que recibe, y con ser la otra o la amante. Por otro lado, la disponibilidad casi absoluta para obtener esas “migajas” de amor conlleva que siempre diga “Si” ante las escasas oportunidades que su amante le plantee para mantener un encuentro, reforzando la dependencia que se está desarrollando de este exiguo amor, a la vez que se niega a sí misma la oportunidad de comenzar otras relaciones más fructíferas o de mayor futuro. Y si por casualidad en alguna ocasión se ha decidido a darse dicha oportunidad y tampoco ha conseguido la estabilidad sentimental buscada, aún reforzará más su dependencia.

Rasgos de personalidad característicos
 
Efectivamente estas personas suelen caracterizarse por unos rasgos dependientes de personalidad, con una gran necesidad de ser queridas y un intenso miedo a perder el amor de la persona a la que idealizan, que les lleva a esperar incluso durante años que su pareja acabe por elegirlas frente a su otra relación, caracterizándose por cierta actitud sumisa y desarrollando una verdadera adicción así como síntomas similares al síndrome de abstinencia ante cualquier ruptura.
 
Por el contrario, el otro miembro de la pareja, generalmente el hombre casado, suele tener unas motivaciones diferentes. En muchos casos, en lugar de añorar el amor suele pretender otro tipo de satisfacciones más inmediatas, como sentir que aún mantiene su atractivo, vivir un nuevo idilio que aporte vidilla a su vida rutinaria, o la mera satisfacción sexual, por lo que puede mantener ambas relaciones a la vez, la matrimonial y la extramarital, sin sentir excesiva culpabilidad, e incluso dejar claro desde el principio que no se va a divorciar nunca. Su disponibilidad suele ser escasa, así como está relacionada con su necesidad de gratificación inmediata, lo que además se convierte en una forma de ostentar su poder: “Quedo cuando a mí me viene bien”. Y su afectación por la falta de una mayor continuidad en la relación es prácticamente inexistente, aunque puede desear que no acabe tal y como la viene manteniendo, desequilibrada hacia su favor. Por todo ello, muchas de estas personas suelen caracterizarse por unos rasgos narcisistas de personalidad con cierto egoísmo e incapacidad de entender el sufrimiento de sus parejas (escasa Empatía), y pueden llegar a mostrarse desconfiadas en cuanto a ser objeto a su vez de una posible infidelidad por parte de su “amante”, e incluso a ejercer cierto control en relación a con quien sale o con quien se relaciona, en un intento de mantener su dominio sobre él/ella y no perder el objeto de su gratificación.