lunes, 13 de abril de 2015

ELLA SIEMPRE DICE "SI". UNA FORMA DE DEPENDENCIA EMOCIONAL

¿Por qué sigo manteniendo una relación con una persona casada si me hace sufrir tanto?
 
Esta es la pregunta que suele hacerse a menudo la persona que mantiene una relación sentimental con un hombre casado o una mujer casada, una pregunta propia de quien más suele sufrir en estas relaciones. Por otro lado, la persona casada habitualmente suele sufrir mucho menos, y la tercera persona suele estar generalmente ajena a lo que está ocurriendo.
 
Aunque habitualmente estas relaciones afectivas con personas casadas pueden darse también en hombres, suelen ser más las mujeres quienes las sufren.
 
Características de las relaciones sentimentales con una persona casada
 
Estas relaciones soltera-casado suelen estar caracterizadas por la existencia de un claro desequilibrio entre ambas partes, a pesar de lo cual, y en ocasiones precisamente debido a ello, siguen manteniéndose incluso durante mucho más tiempo que otros tipos de relaciones que pueden considerarse más equilibradas.

En primer lugar, el desequilibrio ocurre en cuanto a la disponibilidad para mantener el contacto. Por un lado, la persona soltera generalmente no tiene tanta necesidad de ocultar la relación o mentir para salvaguardarla, de modo que su disponibilidad de tiempo e incluso de espacio suele ser mucho mayor. Y por otro, el deseo de pasar hasta el último minuto posible con la persona amada lleva a priorizarle por delante de cualquier otra persona de su vida, incluidos a veces los hijos, y por supuesto por delante de cualquier otra actividad incluso el trabajo. En cambio, para la persona casada la disponibilidad es reducida debido a sus propias responsabilidades familiares y a su deseo de ocultar la relación extramarital, en muchas ocasiones al pretender mantener las dos relaciones simultáneamente, y mientras tanto no decida romper su matrimonio para ofrecer una solución de continuidad futura a la nueva relación, si bien este es un factor fundamental que puede utilizar para ejercer su dominio en la relación y para mantener la situación de dependencia de su pareja soltera.
 
El desequilibrio también se produce en cuanto a la normal reciprocidad propia de cualquier relación de pareja, en la que el intercambio de conductas para agradar al otro suele estar a la par y suele ser recíproco. Generalmente hay una persona que suele dar mucho más en este tipo de relaciones, precisamente la persona soltera que suele ser quien más sufre, quien a su vez puede percibir que la tercera persona que espera en casa a su pareja se lleva “la mejor parte”, a saber: disfruta de la convivencia en el día a día e incluso del despertar juntos cada mañana, cuenta con su apoyo en cualquier momento y sobre todo cuando más falta le hace, e incluso mantiene cierta seguridad económica.
 
Funcionalidad de este tipo de relaciones

Curiosamente, la persona soltera que está sufriendo más en la relación es difícil que valore en su totalidad los aspectos negativos que también podría llegar a sufrir si en lugar de desempeñar el actual papel de amante, estuviera ejerciendo el de esposa. Y no tanto por los aspectos relacionados con la propia infidelidad, sino por los que tienen que ver precisamente con lo que añora: la convivencia y la estabilidad afectiva. Por ejemplo, los conflictos cotidianos, la rutina o los problemas con los hijos. Ello se debe a que precisamente la falta tanto de convivencia como de normalización de la relación para que deje de permanecer oculta, funcionalmente también protegen de los aspectos más negativos que suelen aparecer con el paso del tiempo en la relación, lo que a la vez propicia un estado de enamoramiento de mayor continuidad al vivirse en una continua luna de miel, que a su vez lleva a rechazar cualquier aspecto negativo en la persona amada, a quien por otro lado se cree sin el menor asomo de duda cuando culpabiliza a su propia mujer de sus propios problemas matrimoniales.

Paradójicamente, la persona más necesitada de cariño, la más enamorada de los dos, es la que tiene que conformarse con las “migajas” de amor que recibe, y con ser la otra o la amante. Por otro lado, la disponibilidad casi absoluta para obtener esas “migajas” de amor conlleva que siempre diga “Si” ante las escasas oportunidades que su amante le plantee para mantener un encuentro, reforzando la dependencia que se está desarrollando de este exiguo amor, a la vez que se niega a sí misma la oportunidad de comenzar otras relaciones más fructíferas o de mayor futuro. Y si por casualidad en alguna ocasión se ha decidido a darse dicha oportunidad y tampoco ha conseguido la estabilidad sentimental buscada, aún reforzará más su dependencia.

Rasgos de personalidad característicos
 
Efectivamente estas personas suelen caracterizarse por unos rasgos dependientes de personalidad, con una gran necesidad de ser queridas y un intenso miedo a perder el amor de la persona a la que idealizan, que les lleva a esperar incluso durante años que su pareja acabe por elegirlas frente a su otra relación, caracterizándose por cierta actitud sumisa y desarrollando una verdadera adicción así como síntomas similares al síndrome de abstinencia ante cualquier ruptura.
 
Por el contrario, el otro miembro de la pareja, generalmente el hombre casado, suele tener unas motivaciones diferentes. En muchos casos, en lugar de añorar el amor suele pretender otro tipo de satisfacciones más inmediatas, como sentir que aún mantiene su atractivo, vivir un nuevo idilio que aporte vidilla a su vida rutinaria, o la mera satisfacción sexual, por lo que puede mantener ambas relaciones a la vez, la matrimonial y la extramarital, sin sentir excesiva culpabilidad, e incluso dejar claro desde el principio que no se va a divorciar nunca. Su disponibilidad suele ser escasa, así como está relacionada con su necesidad de gratificación inmediata, lo que además se convierte en una forma de ostentar su poder: “Quedo cuando a mí me viene bien”. Y su afectación por la falta de una mayor continuidad en la relación es prácticamente inexistente, aunque puede desear que no acabe tal y como la viene manteniendo, desequilibrada hacia su favor. Por todo ello, muchas de estas personas suelen caracterizarse por unos rasgos narcisistas de personalidad con cierto egoísmo e incapacidad de entender el sufrimiento de sus parejas (escasa Empatía), y pueden llegar a mostrarse desconfiadas en cuanto a ser objeto a su vez de una posible infidelidad por parte de su “amante”, e incluso a ejercer cierto control en relación a con quien sale o con quien se relaciona, en un intento de mantener su dominio sobre él/ella y no perder el objeto de su gratificación.

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