La necesidad
del cariño de nuestros padres
Algunas
personas pasan toda su vida esperando a ser queridas, bien por su madre, bien por su padre,
necesitándolo hasta tal punto que les impide ser felices aunque se sientan
plenamente queridos por otras personas importantes de sus vidas, como su
pareja, sus hijos, sus amistades o el resto de su familia. Su vida parece
marcada por un permanente proceso de duelo, en el que sufren una y otra vez la
pérdida que supone esa falta de cariño de una de las personas más
importantes de sus vidas. Pérdida que les puede acompañar hasta sus últimos
días a la espera de un gesto cariñoso, de una señal de aprobación, de un “Te
quiero”, o que ya decir de un mínimo reconocimiento en público de que por
fin han hecho algo bien en su vida.
Consecuencias del rechazo afectivo
Con mayor
frecuencia quienes no se sienten queridos/as suelen ser hijas, y el cariño que anhelan el de sus madres. Desde su infancia estas hijas sufren un auténtico proceso
de indiferencia e incluso rechazo afectivo de sus madres, para quienes
parece que nunca llegan a hacer nada bien. Las correcciones y los
reproches son continuos, produciendo múltiples sentimientos de culpabilidad,
inutilidad o inadecuación para la vida. Reproches que ya durante
su infancia sus madres suelen compartir con el resto de familiares, amigos,
vecinos, y con las mamás de sus amiguitos/as, incluso en su propia presencia, y
cuya persistencia durante su juventud y su edad adulta va aumentando sus
sentimientos negativos así como su baja autoestima, haciéndolos difícilmente
superables, por lo que muchas de ellas siguen sufriendo por ello incluso con 40
o 50 años de edad.
La
venganza como mecanismo de compensación
Algunas de
estas víctimas de la falta de cariño materno intentan compensarlo rechazando
a su vez a sus propias madres, e incluso llegando a odiarlas. Pueden mostrarse continuamente enfadadas, y no aceptar
consejo alguno de su parte, y menos en lo concerniente al cuidado y la crianza
de sus propios hijos, a quienes por otro lado pueden llegar a utilizar a su vez
para castigarlas, por ejemplo restringiéndoles su acceso a ellos, especialmente
si perciben que éstos pueden encariñarse de ellas, sus abuelas, lo que pueden
llegar a vivir como una auténtica amenaza a su propia relación con sus hijos, o
si se excusan en que han detectado cualquier incumplimiento de sus estrictas
normas de crianza cuando los dejan bajo sus cuidados. Esta utilización de los propios hijos para vengarse de la falta de
cariño materno suele producir el efecto deseado, haciéndoles pagar por tanto
dolor sufrido, pero paradójicamente con ello no consiguen dejar de sufrir, ni
llegan a sentirse felices, quizás porque en el fondo la venganza no les
satisface plenamente ni les permite sentirse finalmente queridas.
El rechazo afectivo imaginario
Sin embargo,
en muchos ocasiones estas reacciones de venganza
afectiva se producen en casos que no ha existido tan grave falta de cariño
por parte de la madre, a la que además se acusa injustificadamente de buena
parte de las frustraciones e inseguridades propias, o por el contrario de unas
normas educativas supuestamente excesivas que realmente no fueron tales. Esta
percepción irreal de rechazo afectivo es propia de personas que necesitan culpar
a los demás de sus propios problemas para no asumir su parte de responsabilidad
en los mismos, o que siempre necesitan sentirse víctimas de los demás para no
tener que aceptar sus propios errores.
Desarrollo
de Dependencia Emocional
La
consecuencia más habitual de la falta de cariño materna real, no imaginaria, consiste
en el desarrollo de una forma de Dependencia Emocional hacia el cariño y
la aprobación de los demás, así como del de la madre alejada
afectivamente. La relación afectiva entre cada una de estas hijas con su propia
madre puede resultar casi tan desequilibrada como en el caso de la dependencia
emocional de la pareja, pues mientras una parte lo da todo actuando de forma
sumisa con tal de conseguir la aprobación materna, ésta sigue indiferente y
ajena al efecto demoledor que sus reacciones producen en la autoestima y la
estabilidad emocional de su propia hija.
Funcionalmente,
las conductas de búsqueda de señales de confirmación por parte de la
hija en relación a que su madre “Sí que me quiere”, o simplemente “Le
importo”, actúan como mecanismo que mantiene y refuerza su dependencia afectiva así como su sintomatología depresiva al no conseguir su
objetivo. Igualmente se mantiene patológicamente su necesidad de que “Mi
madre me explique qué le he hecho yo”, o peor aún “¿En qué le he
fallado?”, de forma que cuanto más se necesita conocer estos extremos y en
ausencia de explicación alguna, la tendencia a culpabilizarse es cada vez
mayor.
El Apego
Inseguro Evitativo materno
Un error
habitual en muchos de estos casos radica en la propia creencia disfuncional
que “Para que mi madre me trate así, he debido de hacer algo mal”,
situándose el foco del problema en un posible error propio, en lugar de
centrarlo en las posibles dificultades afectivas de esa madre alejada.
En tal sentido debemos conceptualizar la existencia de tres formas de
Vinculación emocional o Apego: por un lado la orientada a establecer
relaciones sanas de cariño y amor, sin miedo a la intimidad, ni a ser amados o
a mantener relaciones emocionales maduras confiando en los sentimientos de los
demás (Apego Seguro); y por otro, las caracterizadas bien por reacciones de
evitación debidas por increíble que parezca a la incomodidad que
producen las relaciones afectivas (denominado Apego Inseguro Evitativo),
o bien en el extremo contrario por una necesidad excesiva de demostraciones de
cariño, miedo a la soledad y el abandono, dependencia emocional, celos y
desconfianza (denominado Apego Inseguro Ansioso). Pues bien,
generalmente la madre “alejada” emocionalmente coincide con el patrón Evitativo, cuya consecuencia en la hija
falta de cariño suele ser el desarrollo de un patrón de Apego Ansioso.
Tratamiento
psicológico
En realidad, durante miles de generaciones cada niño recibía afecto no de una madre, sino de todas las madres, y por extensión de cada miembro del clan o la tribu. Quizá el abordaje de esta añoranza de afecto no sea pedir a las madres que se multipliquen para dar afecto infinito, ni a los hijos que se "conformen" con ración raquítica de afecto. Quizá sea tan sencillo como invitar a ambos a incluir a más gente (familia extensa, vecinos, amigos, compañeros de afición o de comunidad de lo que sea) a compartir, de manera variada y natural, la tarea de nutrir (de afecto y de norma/estructura/cultura) lo más posible a cada persona.
ResponderEliminarBuen enfoque, Guillermo. Al igual que no podemos depender del amor de alguien de quien nos hemos enamorado y no nos corresponde, el resto de apegos digamos "exclusivos" es igualmente perjudicial para nuestra propia salud psíquica.
ResponderEliminarLos casos reales que me han inspirado para este post se caracterizaban por estar centrados en conseguir a toda costa la aprobación y el cariño de los demás, y en especial de quienes más querían. Diversificar, como tu mismo planteas, así como no necesitar tanto ese cariño, parecen necesarios para conseguir el objetivo. En cambio, sus madres realmente no necesitaban cariño alguno, y se lo hacían pagar a sus hijas de una manera patológica. Complejo mundo este de las emociones y los "cariños", ¿verdad?. Un saludo
Hola Pablo!!! Me ha encantado, como siempre ... Breve, claro y conciso. Aunque he echado de menos más explicación sobre el tratamiento psicológico, quizás en un próximo post.
ResponderEliminarCada día es más interesante.
Un abrazo!!!
Laura.